Durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) el pueblo polaco sufría persecución a causa de su identidad polaca y de su fe. En el extremo oriental de Polonia (en Nowogrodek, hoy territorio de Bielorrusia), las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret vivían la noche oscura de la ocupación militar, primero de los rusos y posteriormente de los alemanes. Durante los últimos años (1941 – 1945) se preparó el escenario para la ejecución de once de las Hermanas….
En julio de 1943 más de 120 personas -cabezas de familias en su mayoría- fueron arrestados con la intención de ser ejecutados. En ese momento, las Hermanas tomaron unánimemente la decisión de ofrecer sus vidas como sacrificio por las familias: <<Oh Dios, si sacrificar la vida es necesario, acéptalo de nosotras y salva a aquellos que tienen familia. Estamos rezando por esta intención>>.
Cuando la vida del Don Alexander Zienkiewicz, único sacerdote en Nawogrodek corrió peligro, las Hermanas renovaron el ofrecimiento de sus vidas: <<Oh Dios, un sacerdote es más necesario en esta tierra que nosotras. Pedimos que Dios nos tome en lugar del sacerdote si este sacrificio es necesario>>.
Dios aceptó su sacrificio. Los arrestados y el sacerdote fueron salvados. Las Hermanas fueron asesinadas el 1.08.1943 en un bosque a 5 km de Nowogrodek. Con la ofrenda martirial de sus vidas, las Hermanas Mártires de Nowogrodek, vivieron con fidelidad el carisma de su Congregación al servicio de las familias en grado heroico. Elevando las Beatas Once Hermanas de Nowogrodek al altar, la Iglesia las presenta como modelos de amor y como defensoras antes los diversos elementos del mal que amenazan a la familia contemporánea.
«Oh Santísima e inefable Trinidad, bendita seas por el don de la Beata María Stella y de las 10 compañeras de la Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret, que bajo el ejemplo de Cristo han ofrecido sus vidas por los hermanos. Dios, rico en misericordia y amor, concédenos por su martirio y su intercesión la gracia que te pedimos humildemente… a fin de que también nosotros, como nuestras hermanas, podamos testimoniar con nuestra vida el Reino de tu amor y difundirlo entorno a nosotros, en las familias y en el mundo entero. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén»
