Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret

Jóvenes

Estamos por y para los jóvenes, tal como son, con todo lo que les toca experimentar en estos momentos de su vida. Los vamos conociendo con atención, con interés, con receptividad, con empatía. ¿Cómo salvar este tesoro en vasijas de barro? (2 Cor 4,7), ¿cómo avivar este fuego que arde en sus corazones? Pues, amándolos y llevándolos a un encuentro con Jesús.

Muchos hoy en día ya no saben qué es una persona consagrada, de qué se puede hablar con ella y si merece la pena hacerlo. Como todo el mundo, tienen miedo de no ser comprendidos o ser juzgados. Los jóvenes suelen sentirse muy solos y necesitan tiempo para confiar. Pero, hay algo en ellos que desafía a los adultos ya que son muy sensibles a la autenticidad. A los jóvenes no se les gana de cualquier modo…

Hay quienes prefieren, como Nicodemo, venir solos y revelar en secreto su corazón al buscar compañía, escucha, amistad. Hay quienes vienen con guitarras a adorar a Jesús y luego mientras comen juntos se abren de manera natural y comparten lo que les importa o preocupa. Pero, también, están aquellos con los que nos vamos conociendo poco a poco, ¡a fuego lento, como
el guiso de una madre!, pues nos vemos en las convivencias, en las  peregrinaciones o en los pasillos de los colegios.

Los acompañamos en el COF (centro de orientación familiar), cuando por desgracia la vida ya les ha marcado. Nos encontramos con ellos en las formaciones del Teen Star, en el Oratorio y en las parroquias. Organizamos convivencias para diferentes grupos de edad. Los acompañamos en el discernimiento de su vocación en la vida.

No tenemos respuestas preparadas. El hombre es el camino de la Iglesia, y Jesús es la única respuesta a los deseos del corazón humano. Sabiendo esto, por experiencia personal, lo único que queremos es compartir nuestra felicidad con los demás y Jesús hará el resto.

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«Señor Jesucristo, Hermano, Amigo y Redentor del hombre, mira con amor a los jóvenes aquí reunidos y abre para ellos la fuente eterna de tu misericordia que mana de tu Corazón abierto en la Cruz.
Dóciles a tu llamada, han venido para estar contigo y adorarte. Con ardiente plegaria los consagro a tu Corazón para que, arraigados y edificados en ti, sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte.
¡Que jamás se aparten de ti! Otórgales un corazón semejante al tuyo, manso y humilde, para que escuchen siempre tu voz y tus mandatos, cumplan tu voluntad y sean en medio del mundo alabanza de tu gloria, de modo que los hombres, contemplando sus obras, den gloria al Padre con quien vives, feliz para siempre, en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.»

PAPA BENEDICTO XVI

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