La capilla es el pulmón de nuestro hogar. De hecho, algunos dicen que son los pulmones de Benicàssim. Aquí reforzamos nuestra relación con Dios y con los demás. Algunos preguntan: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» La respuesta sigue siendo actual: » Ven y verás «. (Jn 1,45-46). Siempre invitamos a todos a entrar en esta casa de Dios. Nuestro único y mayor tesoro, que queremos y podemos compartir, es Jesucristo.
Durante la adoración vespertina diaria del Santísimo Sacramento, acuden personas de todas las edades, y lo hacen tanto individualmente como en parejas. También acuden familias con niños. Este silencio orante en nuestra capilla rebosa de amor a Dios y a las personas.
Algunos nos piden: «Enséñame a rezar». Así nacieron, por ejemplo, los encuentros mensuales de Lectio Divina. Diversos grupos viven sus retiros y jornadas de formación en nuestra capilla: adoración dirigida por jóvenes, encuentros de mujeres de Emaús, encuentros de formación para catequistas, formación para familias, convivencias de las comunidades Neocatecumenales, convivencias de la comunidad de los Focolares, convivencias de jóvenes de confirmación.
Algunas personas vienen, a veces, a hacer retiros de fin de semana o de una semana con orientación individual. Así, nace la amistad, la comunidad y, a menudo, el acompañamiento espiritual, la maternidad espiritual.
«Quédate con nosotros. Señor. ¡Quédate!, para que podamos encontrarnos contigo en la plegaria de adoración y de acción de gracias, en la plegaria de expiación y petición, a la que están invitados todos los que visitan esta capilla.
¡Quédate!, para que se confirme de nuevo incesantemente tu presencia en este templo, y todos los que entran en él se den cuenta de que es tu casa «la morada de Dios entre los hombres» (Ap 21, 3) y, al visitar esta capilla, encuentren en ella la fuente misma de vida y santidad que desborda de tu corazón eucarístico».
