Más sobre los jesuitas
150 AÑOS DE LAS HERMANAS DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET. SIGUIENDO LAS HUELLAS DE LA BEATA FRANCISZKA SIEDLISKA POR ROMA (11)
¿Por qué Francszka dirigió sus primeros pasos en Roma hacia la iglesia de los jesuitas y no, por ejemplo, hacia los capuchinos, con quienes tenía más contactos en Polonia? Desgraciadamente, de aquella época no se conserva ninguna carta o nota de Franciszka en la que podamos encontrar la respuesta. Sólo podemos intuirlo observando varios hechos de su vida y leyendo fragmentos de sus escritos posteriores. “Desde pequeña sentí algo de simpatía por los padres jesuitas”, escribe Franciszka en su Autobiografía. Los conocía de Varsovia, Lyon, Montpellier y Metz, donde estudiaba su hermano Adam en la universidad de los jesuitas. Y aunque en su juventud, cuando Franciszka buscaba su vocación, no comprendía del todo la espiritualidad jesuita, el papel de los jesuitas, especialmente en los primeros años siendo Fundadora, fue muy importante para ella.
En 1873 Franciszka dejó Roma y se dirigió a Francia, donde fue a ver al Padre François-Xavier Gautrelet, jesuita, fundador del Apostolado de la Oración (hoy conocido en el mundo como el Movimiento Eucarístico Juvenil). Probablemente Franciszka lo había conocido antes, quizás incluso durante su primera estancia en Lyon en 1862. Según el Padre Ricciardi, postulador de la causa de beatificación de nuestra Fundadora, el Padre Laurençot la envió a Francia, deseando que Franciszka se uniera o incluso se convirtiera en la superiora de la nueva comunidad de hermanas cuyo director espiritual era entonces el Padre Gautrelet. Afortunadamente, Franciszka no llegó a tener este papel y diversas circunstancias la obligaron a regresar rápidamente a Żdżary (Polonia). Parece que a Franciszka no le gustaban los tejemanejes de los jesuitas que querían reforzar gracias a su personalidad la nueva congregación. Aun así, este hecho no impidió que la joven Fundadora, en un momento de oscuridad interior, acudiera en 1879 a unos Ejercicios Espirituales (un retiro de 30 días) dirigidos por el Padre Gautrelet. Este retiro dio un giro a su vida y fue el comienzo de la «primavera de Nazaret». Quizás, consciente de la relevancia de esta experiencia en su vida, Francisza un poco antes de morir escribió: «Las hermanas, para su retiro, deben usar textos de nuestro Padre (Padre Antoni Lechert) o de San Ignacio, ningún otro, excepto los textos del algunos Santos”.
Franciszka durante muchos años mantuvo contacto con el Padre Laurençot. En la crónica de la Casa Madre en Roma, con fecha de 4 de abril de 1880, encontramos la siguiente nota: «aquel día, el Padre Laurençot estaba con nosotras como confesor extraordinario. Después de la confesión, tuvimos una clase de formación con él”.
Por la vida de nuestra Fundadora pasaron muchas personas importantes de diversas órdenes y congregaciones religiosas. Pero más sobre esto, por supuesto, en los próximos episodios…