La montaña de las bienaventuranzas (Mt 5,1-12)
La Montaña de las Bienaventuranzas es una de las montañas más famosas de la vida de Jesús. Al leer el texto de Mateo, conocemos que Jesús subió a la montaña. Nos puede sorprender otro texto paralelo del Evangelio de Lucas en el cual dice que Jesús descendió a la llanura con sus discípulos. ¿Cómo resolver el misterio de si era una montaña o se trataba de una llanura?
Estamos hablando de un lugar sumamente pintoresco en la orilla del lago Tiberíades. Se trata de una colina que domina todo el lago Tiberíades pero que, aunque parezca paradójico está situada a 200 metros bajo el nivel del mar. Debemos recordar que los evangelistas no son historiadores, sino que su cometido es predicar principalmente el Evangelio, la buena nueva. Además del hecho histórico, nos proporcionan la clave para su interpretación teológica correcta. A menudo lo hacen de forma semítica, utilizando símbolos. El Sermón de la Montaña es un buen ejemplo de esto. Jesús pronunció muchos discursos y Mateo en su Evangelio organiza estos discursos en cinco partes, que son muy amplias,pero también coherentes. La primera es el Sermón de la Montaña, que es una especie de síntesis de todo el mensaje de Jesús. Mateo buscó así el símbolo de la montaña como símbolo del conjunto de enseñanzas de Jesús, así que de alguna manera construyó una montaña teológica. No hay ninguna contradicción aquí con la versión de Lucas que, por el contrario, habla de llanura. Lucas lo hizo así porque simplemente quiso destacar la ubicación topográfica más que simbólica.
Cristo en el Monte de las Bienaventuranzas se muestra como el nuevo y perfecto Moisés, porque Jesús combina la ley revelada a Moisés en el Monte Sinaí con su propia ley. «Vosotros habéis oído lo que se dijo a vuestros antepasados… Pero yo os digo…». Escuchamos estas palabras muchas veces, no sólo en las Bienaventuranzas, sino también en los discursos posteriores que dio Jesús a lo largo de su vida. En este momento es cuando el decálogo del Antiguo Testamento se encuentra con el decálogo del Nuevo Testamento. Jesús anuncia la Carta Magna del cristianismo, el DNI o el ADN de cada cristiano. Mateo nos muestra a Jesús enseñando al pueblo, sentado en lo alto de un monte, rememorando a Moisés, que entregó a los Israelitas las tablas de la ley después de permanecer en lo alto del monte Sinaí, junto a Dios. Jesús baja a la tierra y enseña con autoridad. Jesús viene para perfeccionar y ampliar aquella ley primigéni, llevándola a su plenitud e invita a los hombres a ser perfectos como el Padre Celestial.
Este texto del Evangelio puede chocarnos si intentamos entenderlo con la mentalidad de este mundo, según la moda, la cultura, el estilo de vida predominante de hoy en día… Jesús llama bienaventurado a todo lo que hoy la gente ridiculiza, intenta eliminar, lo que considera como absurdo, débil, estúpido, perdido, innecesario… Nos enfrentamos a una elección, a un dilema: ¿Vamos a seguir la mentalidad de este mundo y, por tanto, ir en contra de lo que Jesús predica en las Bienaventuranzas? ¿O queremos poner en práctica las bendiciones, conociendo su valor más profundo? Vale la pena comprender que somos bienaventurados (y por lo tanto felices) simplemente por el hecho de poder estar en esta montaña con Jesús, de escuchar sus palabras. Para Él, y solo con Él lo que a los ojos de este mundo no tiene sentido y es inútil, tiene sentido y es una victoria.
En la serie de televisión Los Elegidos… (TheChosen) hay un hermoso episodio que muestra a Jesús preparándose para el Sermón de la Montaña. Élsabía que sería su discurso más importante, su mensaje más completo. Por eso Jesús oró mucho, pensó, escogió con mimo las palabras, se preguntó cómo empezar,pero de alguna manera no lograba ordenar sus pensamientos… Mateo estaba junto a Él en esos momentos de preparación, tratando de escribir las palabras del Maestro. Mientras tanto, los demás apóstoles estaban ocupados con otros asuntos. Y Jesús desde arriba de la montaña los miró uno a uno,les conocía perfectamente, su historia de vida y su vocación. Conocía sus bondades y fortalezas, pero también sus pecados, debilidades, luchas y fracasos. Y así, observándolos, comenzó a dictarle a Mateo los primeros fragmentos del sermón. Fue en sus discípulos donde vio: los pobres de espíritu, los que lloran, los humildes, los buscadores de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacificadores, los perseguidos por causa de Jesús y del Evangelio. Por eso, no eran unas pocas personas especiales, sino que a cada uno de nosotros, con lo bueno y lo malo, va dirigido este sermón.
Terminamos nuestra reflexión de hoy preguntándonos ¿con cuál de estas bienaventuranzas me identifico más en esta etapa de mi vida? ¿O tal vez, puede que alguna de ellas me resulte muy difícil e incomprensible y simplemente la rechazo? ¿Quizás precisamente sea esa bendición que rechazo la invitación especial que Jesús me hace hoy? Bienaventurados somos, por eso felices, sentados aquí al lado de Jesús y escuchando sus palabras… Verdaderamente somos bienaventurados…