La misión profética de la beata Franciszka Siedliska
El 23 de abril de 2023 se cumplirá el 34 aniversario de la beatificación de nuestra fundadora, FranciszkaSiedliska, María de Jesús Buen Pastor. En esta ocasión, queremos recordar la homilía del Papa Juan Pablo II, sus palabras proféticas, que muestran claramente la misión de la nueva Beata y su Congregación en la Iglesia y en el mundo de hoy.
El Papa dijo: “En medio de todas las adversidades de su tiempo y de su entorno, la beata Franciszka, marcada por la cruz de tantos sufrimientos, siguió incansablemente el camino de una fe viva que inspira esperanza y obra por el amor, por ese amor con que Dios amó al mundo. Creció en un hogar en el que ella misma escribió que “Dios no era el Señor en él”, pero desde muy pequeña llevó en su corazón un profundo anhelo de amor absoluto. Lo conoció en su primera Comunión y desde entonces quedó permanentemente unida a Cristo por el amor esponsal. “Él mismo es la única meta, el único objeto de todo nuestro amor”, escribió más tarde en su Diario.
A lo largo de su vida supo compaginar con madurez la oración con el apostolado activo, la iniciativa creativa con una obediencia muy concreta a la voluntad de Dios en la Iglesia. Sobre todo, vio la necesidad de apoyar al espíritu nacional y al renacer moral en tiempos de fuerte tensiones dadas las particiones de Polonia.
El modelo de vida escondida de la Sagrada Familia de Nazaret se convirtió para ella y las demás hermanas de la Congregación en la fuente de inspiración y el punto de referencia para sus vidas y actividades. En el Estatuto de la Congregación de 1880, escribe, entre otras cosas: «El modelo de nuestra vida religiosa es la vida escondida del Señor Jesús en Nazaret, con María y San José, que tratamos de imitar con la renuncia y la muerte total a nosotras mismas, y por una vida completamente escondida en Dios con Jesucristo».
Así fue la vida de la Beata y el programa que dejó a las hermanas en su testamento espiritual. Hacer frente a la pobreza humana moral y material. Cuidar a las personas pobres, enfermas, hastiadas, abandonadas, discapacitadas. Preocuparse por la crianza de los niños desatendidos, especialmente velar por su vida espiritual. Preocuparse por las madres solteras y por salvar la vida de los no nacidos. Resumiendo ¡escuela, hospital, calle!
Por tanto, la beata Franciszka vio en la familia cristiana sana la fuente principal de una renovación y sanación de la sociedad. Inspirándose en la Maternidad Divina de María, la Beata lo trasladó hacia la tierra y las tareas que el hombre realiza en ella: las tareas del matrimonio y la paternidad, la dignidad del Sacramento del Matrimonio y hacia la grandeza de la misión de los padres católicos. Quería ponerse al servicio del amor humano, y por tanto a la vida y a su desarrollo, para que esta vida, persona nacida de padres en unión con Dios, creciera y madurase en la misma unión, para que la vida tomada de Dios, se mantuviera a lo largo de toda su vida orientada hacia Él. Para que en Él cada persona vea conscientemente a su Creador y Padre.
Estas eran las preocupaciones y el programa ideal creado por la beata Franciszka para lograr esa renovación social, y que dejaría en su testamento espiritual a las Hermanas de Nazaret. (…) De ello hablo hoy con alegría y gratitud, porque es hoy el programa de la Iglesia y una tarea importante, también -y quizás de manera especial- para los tiempos actuales.”
Las palabras que resonaron en la Plaza de San Pedro en Roma hace 34 años parecen aún más pertinentes a día de hoy. Y este es uno de los grandes privilegios de los santos: ellos nos transmiten poderosas palabras proféticas, así como su vida y testimonio y con ello nos fortalecen en nuestra misión en toda época y lugar.