En pleno verano, los jóvenes quieren adorar a Jesucristo
Los viernes por la noche en julio, nuestra capilla se llenaba de jóvenes. Venían de Castellón y de otros pueblos de nuestra diócesis. Hablaron poco de sí mismos, pero sus ojos y rostros radiantes delataban un profundo deseo de encontrarse con Dios. Cuidaron los detalles: hermosos cantos, velas, e incluso decoraron la capilla para expresar su amor y respeto por Aquel a quien venían a encontrar.
Son momentos en los que no deja de asombrarnos la belleza de Dios, la frescura de su amor, la dulzura, pero también la magnitud de su obra en los corazones humanos. Él pone en sus corazones deseos que no les permiten ser indiferentes a Su belleza y amor. Guiados por este impulso interior, nos miran con confianza a los ojos y nos piden: enseñadnos a rezar, necesitamos formación.
¡Qué respeto por la voz de Dios! Si su actitud genera tanta emoción y ternura en nuestros corazones, ¡qué debe estar pasando en el corazón de Dios! A veces, lo único que Dios nos pide es que estemos presentes; que abramos las puertas de la casa… y que estemos atentas a su acción. Es Él quien actúa, no nosotras. Estamos simplemente bendecidas con el regalo de estos jóvenes cuyos corazones laten por Jesús. Su oración se convierte para nosotras en una brisa refrescante, en la sonrisa de Dios que nos guiña el ojo como si dijera: <<ánimo, soy Dios, nada se me escapa de las manos>>.