El día de mi Primera Comunión
En mes de mayo en muchas parroquias es especialmente relevante la celebración de las Primeras Comuniones de los niños. Vale la pena reflexionar un poco sobre nuestra Primera Comunión y también, que significaba entonces ese día para nuestra familia. Antes de pasar a nuestra reflexión personal, veamos cómo este día fue descrito y co qué cariño y precisión lo recordaban dos personas muy especiales para nosotras: la Beata Franciszka Siedliska (Fundadora de nuestra Congregación) y el Santo Padre Benedicto XVI.
Cuando Franciszka tenía 12 años, sus padres (especialmente su madre), más por tradición que por piedad, decidieron preparar a su hija para la Primera Comunión. El sacerdote, que iba a ser el catequista de Franciszka, en la primera reunión, le hizo una pregunta que marcaría toda la vida de la jovencita: ¿Quieres que te enseñe a amar al Señor Jesús? Nada más pronunciar estas palabras, el sacerdote hizo la señal de la cruz en la frente de la joven. Así recuerda la propia Franciszka este momento años después en su Diario: Por primera vez desde mi bautismo, alguien hizo la señal de la cruz en mi frente y me preguntó si quería conocer a Jesús, mi Dios. Me conmoví hasta las lágrimas.
La niña participó con mucho celo en la catequesis y con mucha ilusión hizo su primera confesión. Así recordaba el día de su Primera Comunión, que esperó con tanto anhelo: El 1 de mayo, de 1855, jueves, fue el día más hermoso de mi vida. No he dormido casi en toda la noche. Me levanté temprano en la mañana y me puse un vestido blanco. Iba a la iglesia con mi madre. Había mucha gente en la iglesia. Esperé mucho tiempo porque el sacerdote estaba predicando un sermón muy largo. Finalmente, llegó el momento de la comunión. El sacerdote me dio al Señor Jesús a mí y a otra niña. Ni siquiera puedo expresar mis sentimientos en este momento. Todos los demás pensamientos han desaparecido, sólo queda este: ¡Jesús viene a mí! Cuando recibí a Jesús en mi corazón, por emoción, amor y alegría, me arrodillé y me tapé el rostro con las manos. Era completamente ajena a todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Finalmente, alguien me tocó el brazo para «despertarme»…
Después de regresar a casa, en mi habitación encontré un pequeño altar decorado con rosas, y una estatua de la Virgen Inmaculada, al lado había un libro de oraciones y un anillo con unos símbolos de fe, esperanza y amor (un regalo especial de parte de mi padre). Había mucha gente en casa con motivo de la celebración familiar, pero mis sentimientos y mi corazón estaban con el Señor Jesús. Seguí recordándome que Él estaba en mí. Hablé con Jesús. No tuve el valor de decirle que quería ser sólo suya y que Él fuera el único Amor de mi alma. (FranciszkaSiedliska, La Autobiografía)
Estos son los recuerdos de Franciszka. ¿Y cómo recordaba ese día el Santo Padre, Benedicto XVI?
Fue un hermoso domingo de marzo de 1936. Era un día de sol; era muy bella la iglesia y la música; eran muchas las cosas hermosas y aún las recuerdo. Éramos unos treinta niños y niñas de nuestra pequeña localidad, que apenas tenía 500 habitantes. Pero en el centro de mis recuerdos alegres y hermosos, está este pensamiento: comprendí que Jesús entraba en mi corazón, que me visitaba precisamente a mí. Y, junto con Jesús, Dios mismo estaba conmigo. Y me di cuenta de que era un don de amor que realmente valía mucho más que todo lo que se podía recibir en la vida; así me sentí realmente feliz, porque Jesús había venido a mí. Y comprendí que entonces comenzaba una nueva etapa de mi vida, tenía 9 años, y también comprendí que era importante permanecer fiel a ese encuentro, a esa Comunión. Prometí al Señor: «Quisiera estar siempre contigo» en la medida de lo posible, y le pedí: «Pero, sobre todo, quiero que tú estés siempre conmigo». Y así he seguido adelante por la vida. Gracias a Dios, el Señor me ha llevado siempre de la mano y me ha guiado incluso en situaciones difíciles. Así, esa alegría de la primera Comunión fue el inicio de un camino recorrido juntos. Espero que, también para todos vosotros, la primera Comunión sea el inicio de una amistad con Jesús para toda la vida. El inicio de un camino juntos, porque yendo con Jesús vamos bien, y nuestra vida es buena.
Vale la pena preguntarse cómo recordamos el día de nuestra Primera Comunión. ¿Qué recuerdo tengo de mi primera confesión? ¿Quién fue mi catequista? ¿Qué sacerdote me dio al Señor Jesús por primera vez?
Queridos padres de los niños que toman la Primera Comunión, ¿qué queréis para vuestros hijos? ¿Cómo recordarán este día tan importante de sus vidas? ¿Cómo podéis acompañarlos bien en este momento? ¿Cómo no echar a perder este día por culpa de los regalos, los invitados y el ruido de la fiesta familiar?
La beata Franciszka, el Papa Benedicto XVI y seguramente muchos otros han entendido que con la llegada de Jesús se inició la nueva etapa en sus vidas, y que Jesús es el mejor Amigo que puedas tener para toda la vida. Ojalá, que cada niño que recibe a Jesús este año por primera vez pueda sentir y pueda expresar lo mismo. Ayudémosles, no sólo con nuestra oración, sino también con el testimonio de nuestra fe.