Esta felicidad no es euforia, no. Es mucha tranquilidad, es continuo, no hay nada que lo turbe. ¿Por qué? He estado meditandolo con el Señor y hay dos razones. La primera: porque mi vida por primera vez ha adquirido sentido aquí. Sencillamente pertenezco. Ahora siento que pertenezco no sólo a esta Congregación, he encontrado mi sitio en la Iglesia. He encontrado donde vivir, mi familia.
Sencillamente soy un miembro de algo. Un miembro querido, un miembro que aporta y que recibe. No me siento externa, no soy artificial. Soy parte de esto.