Santa Catalina de Siena
150 AÑOS DE LAS HERMANAS DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET. SIGUIENDO LAS HUELLAS DE LA BEATA FRANCISZKA SIEDLISKA POR ROMA
Recientemente, hemos leído cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación sobre el nombramiento de una mujer para ocupar un alto cargo en la Curia Romana, antes reservado al clero… Podría parecer que hoy las mujeres tienen un poco más de voz en la Iglesia que antes. Sin embargo, no sé si hubo una mujer en la historia del cristianismo que tuviera mayor influencia que Santa Catalina. Y estamos hablando del siglo XIV.
Katarzyna Benincasa, dotada de extraordinarios dones espirituales desde la infancia, terciaria dominica, mística, estigmática, mediadora entre laicos y clérigos, autora de obras teológicas, aprendió a escribir cuando ya era adulta. Después de sus bodas místicas con Cristo, de quien recibió un signo duradero en forma de anillo nupcial, se convirtió en mensajera de su Esposo. Comenzó a hablar y escribir cartas a las personas más ilustres de Europa. No le faltaron enemigos, lo que la llevó al tribunal inquisitorial de Florencia. Finalmente absuelta de los cargos, emprendió la gran misión de volver unir a la Iglesia que se hallaba dividida y mediar en el regreso del Papa de Aviñón a Roma. Al no poder hacerlo por carta, se dirigió en persona a Aviñón. De hecho, el regreso de Gregorio XI se atribuye a sus propuestas. El siguiente Papa, Urbano VI, le pidió personalmente que fuera a Roma para ayudarlo a servir a la Iglesia, que en cierto momento incluso llegó a intentar ser gobernada por dos antipapas rebeldes. En los últimos meses de su vida vivió cerca de la Basílica de Santa María Sopra Minerva, en un edificio que sirvió a las terciarias dominicas durante dos siglos. Catalina iba todos los días a la basílica de San Pedro para apoyar al Papa con su oración y sufrimiento durante todo el día. En 1962, se inauguró un monumento en el Castillo del Ángel, que muestra escenas de su vida y de su camino hacia la Basílica, ya sufriendo mucho y preocupada por la Iglesia dividida. Murió de agotamiento el 29 de abril de 1380, a los 33 años de vida.
La habitación donde falleció Santa Catalina se convirtió en una capilla (Cappella del Transito), que todavía puede ser visitada, aunque la casa ahora sirve como centro de congresos (Palazzo Santa Ciara). Santa Catalina fue enterrada primero en el cementerio que hay junto a la Basílica de Sopra Minerva. Ya en 1383, el Beato Raimundo de Capua, el entonces general de los dominicos, su confesor y discípulo espiritual, trasladó su cuerpo a la Basílica de Santa María Sopra Minerva y le construyó una impresionante tumba. A él también le debemos la extensa e interesantísima obra «Vida de Santa Catalina de Siena». Canonizada en 1461, fue la primera mujer declarada Doctora de la Iglesia. Como recompensa a sus esfuerzos en defensa de la Iglesia, Pío IX declaró en 1866 a Santa Catalina como compatrona de Roma. Los papas posteriores la declararon patrona de Italia y Europa.
Sus reliquias reposan hoy bajo el altar mayor de la Basílica. La tumba, tallada en mármol blanco y cubierta con tarjetas que piden su intercesión, representa a Catalina en su lecho de muerte. El día de su fiesta litúrgica, el 29 de abril, Franciszka Siedliska estaba normalmente celebrando su retiro anual. Franciszka solía reservarse los días finales de abril para aprovechar su retiro y prepararse para la celebración del aniversario de su Primera Comunión (que recibió el 1 de mayo de 1855), y que luego hizo coincidir con el día de sus votos perpetuos, en manos del Padre Antoni Lechert el 1 de mayo de 1884. Para Franciszka, Catalina era un hermoso modelo de un rasgo muy característico de la espiritualidad de Nazaret: «el amor a la Iglesia y al Santo Padre».