Sion - La montaña del Templo del Señor
Creo que es importante recalcar la importancia de la palabra «Sión», y como va cambiando su significado. Aparece más de 150 veces en la Biblia, principalmente en su sentido de «fortaleza», o como «ciudad de David» y, sobre todo, «ciudad de Dios». Pero según nos acercamos hacia el Nuevo Testamento va cambiando el significado. Pasa de ser una simple ciudad terrenal a algo que indica un concepto más espiritual. San Juan Pablo II lo explica bellamente en su Carta Apostólica «Redemptionis anno»: «Jerusalén, antes de que fuera la ciudad de Jesús Redentor, fue el lugar histórico de la revelación bíblica de Dios, el punto donde más que en cualquier otro lugar se establece el diálogo entre Dios y los hombres, como si fuese el punto de encuentro entre el cielo y la tierra «.
A este reconstruido templo Jesús acudía al menos tres veces al año : durante La Pascua, la Fiesta de las Semanas (Pentecostés) y la Fiesta de las Cabañas. Desde muy pequeño, Jesús amó este lugar, porque aquí se podía sentir la extraordinaria presencia de Dios. Teniendo apenas doce años, decidió por su propia cuenta prolongar su estancia festiva «en la morada que pertenece a su Padre» (Lc 2,49). El Templo era un símbolo del cielo. La morada del Padre era su hogar y en ella se sentía como en casa.
¿Cómo es mi vida? ¿Me gusta visitar al Santísimo Sacramento? ¿Organizo mi tiempo para estar en «La casa del Padre»?
Más tarde, como hombre maduro, se enfrentará valientemente a aquellas personas que han hecho del Templo un mero medio para lograr sus intereses. «Tomadlo de aquí y no hagáis de la casa de mi Padre un mercado» (Jn 2,16). «Y los instruía diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”? Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos»»( Mc 11,17) Jesús se opuso enérgicamente a esas nuevas costumbres y acabó siendo acusado de querer destruir el Templo que tanto amaba y que con tanto celo custodiaba.
¿Me parezco al menos un poco a Jesús en mi celo por cuidar la iglesia de mi parroquia? ¿Qué hago para que sea una verdadera casa de oración y no un simple lugar de encuentro en celebraciones familiares? ¿Cómo me afectan y como respondo a los comportamientos inadecuados para un lugar sagrado como por ejemplo móviles, no guardar silencio, la vestimenta ? La Iglesia, aunque es la «Casa de Dios», está en la tierra y, comocualquier otra casa, necesita ser decorada, limpiada, renovada…
¿Pensamos en esto nosotros, como Familia de Hijos de Dios, y nos sentimos responsables de nuestras iglesias parroquiales?
Detengámonos finalmente en el Salmo 48. «Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, altura hermosa, alegría de toda la tierra: el monte Sión, confín del cielo, ciudad del gran rey.»( Sal 48, 1-3). Es un canto de alabanza a Sión, el lugar donde se encontraba el templo del Señor y donde Él habitaba en medio del pueblo de Dios. Que estas palabras sean nuestra oración para que cada día se convierta en un canto de alabanza, incluso cuando las nubes se ciernen sobre el horizonte. Nuestro Dios es el Dios del Éxodo, de la libertad, de la cercanía a un pueblo esclavizado y peregrino en el desierto. Israel, que tan duras situaciones pasó en su peregrinación hacia la tierra prometida, supo confiar en que el Señor no lo abandonaría. ¿Cómo no voy a confiar yo, incluso en mis peores circunstancias? Jerusalén es el símbolo de su proximidad y el templo el lugar donde está presente y vivo.
El último versículo de este Salmo es un recordatorio de una importantísima verdad «Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre, Él nos guiará aun más allá de la muerte”. Y que así sea en nuestras vidas.