Parte ahora mismo para Nínive...
El sábado 10 de junio, con la historia del profeta Jonás hemos terminado este curso de Lectio Divina. Gracias a Jordi Rubert por compartir con nosotros su reflexión.
Jonás es enviado por Dios a la ciudad de Nínive para que sea el profeta que anuncie que Dios sabe de la maldad que corre por las calles de esa ciudad. Jonás, muy obediente él, quiere huir a Tarsis, al fin del mundo y en dirección opuesta a donde está Nínive. Pero Dios, que lo ve todo, desencadena una tormenta y el barco está a punto de hundirse. Mientras todos los marineros están aterrados, y trabajando en cubierta, Jonás está durmiendo en la bodega del barco, tan contento. Creo que está feliz, huyendo de la voluntad de Dios, tan feliz que no se entera de la tormenta. Cuando los marineros lo despiertan, al hablar con él deducen, que él es el culpable de todo, y él mismo propone que lo arrojen al mar para que se calme y se salven todos. Los marineros rezan a Yahvé, Dios de Jonás, y luego lo arrojan al mar. Inmediatamente el mar se calmó y toda la tripulación se convierte y cree en Yahvé.
¿Por qué Jonás huye como el correcaminos de la voluntad de Dios? En un primer momento podemos pensar, como se ha dicho en muchas ocasiones, que Jonás huye por cobardía, por tener miedo. Pero no es así, Jonás huye porque está enfadado con Dios. Sí, está enfadado como una mona. Jonás es el único profeta que reacciona con enfado a la voluntad de Dios, y se rebela contra él. Se enfada porque no concibe que tenga que ir a Nínive, a los enemigos, por encargo de Dios, y que Dios les dé una oportunidad de arrepentirse, y de convertirse. Para Jonás esto es inconcebible. Él piensa que a los enemigos Dios los tiene que castigar, no tener misericordia de ellos. Pero Jonás, a pesar de su enfado, es un hombre justo y honrado. Es un hombre que se arrepiente de sus errores. Por esto manda que lo arrojen al mar, como dice en J 1,12: “arrojadme al mar, y el mar se calmará. Reconozco que soy el culpable de esta gran borrasca que os amenaza”.
Jonás se enfada con Dios y reniega de sus planes y de su voluntad. ¿Quién de nosotros no ha hecho lo mismo en su vida? ¿Quién no ha renegado de los planes de Dios? ¿Quién no ha huido de su voluntad? ¿Qué hemos hecho, aun siendo personas justas y honradas, para alejarnos de Dios y de su voluntad?
Dios, con Jonás tragando agua y empezando a pasarlo mal, envía un pez y hace que éste se trague a Jonás, salvándolo de morir ahogado. Jonás dentro del gran pez, se arrepiente, y recita una oración preciosa (J 2,2-10), reconociendo la grandeza de Dios. Entonces Dios, después de la oración de Jonás, se apiada de él y hace que el pez lo vomite en tierra firme. Dios habla de nuevo con Jonás y lo manda a Nínive. En esta ocasión Jonás le hace caso. Jonás, llega a Nínive y anuncia que, si no se convierten en 40 días, Nínive será destruida. Los ninivitas se arrepienten y rezan a Dios, y Dios se compadece de ellos.
Jonás, es un fenómeno, porque por donde pasa la gente se convierte. No olvidemos que los marineros del barco pasan a creer en Dios, es más dice la sagrada escritura que: “y aquellos hombres creyeron firmemente en Dios, le ofrecieron sacrificios y le hicieron promesas”; y segundo, consigue que la ciudad más grande del mundo se arrepienta y crea en Dios. Y esto último lo hizo en un solo día. Pero Jonás, a pesar de ser un fenómeno, se vuelve a enfadar. Jonás sabía que Dios iba a cambiar de opinión y no destruir Nínive, sabe que es paciente, que es misericordioso, pero no lo acepta, es más, está furioso. Le dice a Dios, y no por arrepentimiento, “Quítame la vida, pues prefiero morirme a estar vivo”. Prefiere morir a ver que Dios tiene misericordia con sus enemigos y que estos aceptan a Dios en sus vidas.
Aquí Dios está mostrando a Jonás, y, por ende, a todo el pueblo hebreo que Dios es Amor, y que tiene misericordia con todas las personas, sean enemigos de Israel o no. Dios lanza a los hebreos el mensaje que con los enemigos también se ha de tener misericordia. Es la primera vez en la biblia que esto ocurre. Es un salto cualitativo. Dios es también, por tanto, el Dios de los paganos, porque no hay más que un solo Dios.
Dios, a la respuesta dramática y tajante de Jonás,” quítame la vida, pues prefiero morirme a estar vivo” le dice: “¿te parece bien enfurecerte así? Jonás no contesta, y como buen ejemplo de ser humano, sigue enfadado, sale de Nínive y hace una choza. Se sienta y espera a ver qué pasa, a ver si con suerte, Dios se lo vuelve a pensar, entra en razón y arrasa con toda la ciudad, entre lamentos, gritos y lloros; cosa que le haría muy feliz.
¿Nos sentimos identificados? ¿Aceptamos la voluntad de Dios en nuestra vida? ¿O seguimos queriendo que se haga justicia a nuestra manera, a nuestros tiempos, cuando queremos y con quién queremos? ¿Rezamos por nuestros enemigos o queremos el mal sobre sus cabezas? ¿Perdonamos a quien no nos quiere, a quien quiere el mal para nosotros? ¿Practicamos la misericordia con aquel que no nos cae bien, con aquel que para nosotros es enemigo? ¿Creemos que es cristiano tener enemigos?
Dios sigue teniendo misericordia con Jonás, en definitiva, lo sigue queriendo. Vemos cómo Dios va encauzando, dirigiendo a Jonás, con paciencia y amor. Y para ello, hace que crezca un árbol, un ricino para que le de sombra a Jonás y para intentar librarlo de su malestar. Jonás, en un principio se puso contento, pero poco le duró la alegría. Dios envió un gusano e hizo que el ricino se secara. Y no contento con esto envió un viento muy caliente, el solano, nada más ni nada menos. El viento empezó a quemar la cabeza de Jonás.
Jonás se pone como un basilisco, no se acuerda del momento el que tenía sombra, y no se acuerda de dar gracias a Dios por esta. Dios, que tiene gran sentido del humor, le pregunta, seguro que entre risas, “¿te parece bien enfadarte por el ricino?”, y Jonás le responde “¡sí, me parece bien enfurecerme hasta la muerte!”. No hay más que decir. Creo que Dios se vale de nuestros defectos, de nuestras carencias, de nuestras impaciencias, para darnos lecciones, para mostrarnos su misericordia y su amor. Porque Dios finalmente con su inmensa sabiduría no es que quisiera fastidiar a Jonás, aunque un poquito sí, le quiere dar una lección. Dios le dice: “tú te compadeces de un ricino que no te ha costado hacer crecer, que al cabo de una noche apareció y al cabo de otra pereció. ¿Y no voy a compadecerme de Nínive, la metrópoli, donde viven más de 120.000 personas que no distinguen el bien del mal, y una gran cantidad de animales?”.
Dios, aprovechando las carencias de Jonás, con esta respuesta, a mi parecer le dice que el amor de Dios es infinito y que quiere la conversión del todo el mundo. Que no distingue entre enemigos o amigos. Que su misericordia es inmensa. Que Dios trabaja a su ritmo, que siempre nos da la oportunidad de redención y arrepentimiento, y que Dios es Amor para todos en todo momento; que el camino es el amor, y que está deseando y esperando que hagas las paces con él porque te quiere con locura.”