Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret

¡Aquí estoy! Envíame a mí.

LECTIO DIVINA CON ISAÍAS 6, 1-9ª

El nombre Isaías en hebreo se pronuncia “Jeszaja”, que significa “Yahvé es la salvación” o “Yahvé salva”. Isaías es el primero entre los profetas por el numero e importancia de sus obras. Provenía de una familia importante de Jerusalén. Vivía en tiempos de Ezequías, rey de Judá (al final del siglo VII e inicios del VI antes de Cristo). Se caracterizó por sus grandes virtudes de espíritu, inteligencia, coraje,fuerte voluntad y determinación. Recibió una educación integral y abundante. Estaba casado y tenía dos hijos. Fue profeta durante 40 años, y contemporáneo del profeta Miqueas. Dios lo llamó para ser profeta durante una gloriosa visión en el templo.

El momento más importante de la vida Isaías se sitúa en un momento concreto de la historia de su pueblo, el año de la muerte del reyOzias. Nuestra vida humana tiene lugar en un momento concreto de la historia; también nuestra vida espiritual tiene su “aquí y ahora”. Celebramos los eventos importantes de nuestra vida (los cumpleaños, los aniversarios de bodas…). Sin embargo, ¿celebramos también los momentos importantes de nuestra vida con Dios, de nuestra vida cristiana, de nuestra vida espiritual? Por ejemplo, ¿conozco o me acuerda de la fecha de mi bautismo? Un día tan importante en el cual comenzó mi vida cristiana, en el que nací como hijo/ hija de Dios. ¿Acaso celebro este día? 

En su visión, Isaías tuvo ocasión de participar en una liturgia celestial. Vioal Señor y el Templo lleno del humo del incienso. Vio también a unos serafines y oyó este canto: Santo, santo, santo… Con esta visión tan potente Isaías se sintió muy pequeño. ¿Quién soy yo?! ¡Mis ojos han visto al Rey, al Señor de los ejércitos! Isaías sintió un verdadero temor de Dios. El temor de Dios es uno de los dones del Espíritu Santo. Tener temor de Dios es reconocer su majestad, su poder y su santidad, a la vez que se toma la decisión consciente de querer vivir una vida dedicada a él. Quien teme a Dios escoge obedecerle, sometiéndose a él y repudiando el pecado. Lo hace por amor y por respeto al Dios todopoderoso. La persona temerosa de Dios es reverente ante él, busca ir hacía Él en todo momento y vivir conforme a su voluntad. El temor a Dios no se basa en el miedo.

Vale la pena preguntarse: ¿De qué modo participo en la liturgia de la Santa Misa? ¿Siento realmente este temor de Dios? Durante la misa cantamos con los Ángeles y los Santos: Santo, Santo, Santo…. ¿Me conmueve ese himno? ¿Soy consciente de que estoy verdaderamente ante la presencia del Dios omnipotente?  ¿Cómo me preparo para la misa? ¿Voy con tiempo y antelación, o pienso que no pasa nada si entro a la iglesia en medio de Evangelio o incluso más tarde? ¿Qué ropa me pongo? ¿Me visto como si fuera aparticiparen el banquete más elegante de todos, o me da igual y voy con cualquier cosa, da igual que sea algo deportivo, o incluso peor, voy como quien va a la playa?También es importante la entrada ¿Cómo entro en la iglesia? ¿Me arrodillo, o hago alguna otra señal de reverencia? O entro como Pedro por su casa o como si entrase a cualquier otro sitio.

Isaías fue consciente de sus pecados, de su condición humana marcada por el pecado original. Sabía que necesitaba la misericordia de Dios y que Él le purificase. Y dijo: “¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros.” ¿Soy consciente de mis pecados, o de mi pequeñez delante de Dios? ¿Cómo vivo el sacramento de la penitencia? ¿Me lo tomo en serio? ¿Con que frecuencia me confieso?

Exactamente porque Dios es Santo, puede perdonar al hombre que se descubra pecador ante Él. En el momento en que Isaías reconoce humildemente su impureza e insignificancia ante Dios, es purificado y consolado. Una brasa ardiente tocó los labios del profeta y con ello fue limpiado de sus pecados. Cada vez que comulgo, Jesús en persona toca mis labios, ¡yo puedo besar a Jesús! Señor, no soy digno de que tu entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme, para purificarme…

De ese momento de su purificación, a pesar de aquel sentido del temor de Dios, viene enseguida la respuesta confiada y generosa del profeta. Dios tiene su plan, tiene una misión para salvar a su pueblo y necesita a alguien, que se ofrezca a llevar a cabo la voluntad de Dios. Yo oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?». Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!». El profeta nos muestra lo que es la verdadera humildad. Sabe, que es pequeño, que es un pecador; pero también sabe, que con la gracia de Dios puede con todo. No él, Isaías, sino su Dios, el Señor de los ejércitos. Para Dios nada es imposible.

Y yo, reconociendo mi pequeñez, estoy dispuesta/dispuesto a cumplir la misión que Dios me presenta? ¿Conozco mi misión, mi vocación? Hágase en mi tu voluntad. No como yoquiera,sino como la quieras tú, mi Señor. O por si acaso y por evitar problemas, con falsa humildad, digo: no, no Señor, yo no… Manda aotro…¡Te amo Señor! ¡Aquí estoy! Envíame a mí.

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