San José, cabeza, sostén y gozo de la Sagrada Familia
En nuestra espiritualidad de Nazaret, San José siempre ha sido parte inseparable de la Sagrada Familia. No está solo porque nunca vivió para sí mismo. Su vida estuvo siempre centrada en Jesús y María. Como novio de María, fue llamado por Dios a participar en el misterioso plan de salvación. Como esposo, fue consuelo y seguridad para su esposa. Como guardián de Jesús, era para Él “la sombra” del Padre celestial.
En nuestro camino de formación religiosa, es decir, el camino de constante maduración y crecimiento tanto en la dimensión humana como espiritual, San José es nuestro modelo y maestro. Entonces, ¿qué podemos aprender de él en la escuela de Nazaret?
José, quien escucha la Palabra de Dios, nos enseña a ser sensibles a la voz de Dios y a sus inspiraciones. Incluso cuando Dios revela su voluntad de manera discreta y sorprendente, como enviando a su ángel a hablar en sueños.
José, custodio de Jesús y esposo de María, nos enseña a ser responsables de los dones y tareas que se nos encomiendan. A ser responsables de uno mismo y de los demás. También, nos enseña a manejar y controlar adecuadamente nuestros sentimientos.
José nos enseña el arte de silencio, de la escucha y la obediencia a la Palabra de Dios. Muestra plena confianza en que Dios siempre quiere nuestro bien y siempre sabe qué es lo mejor, incluso cuando no entendemos nada de su plan.
José, mirando todos los días con mucho amor a Jesús y a María nos enseña la oración decorazón y la profunda contemplación que podemos llevar a cabo en la vida cotidiana.
José, un trabajador y humilde carpintero, nos enseña a ser fieles a nuestros deberes diarios y a respetar y valorar lo que es pequeño y muchas veces pasa inadvertido a los ojos del mundo. Nos enseña a respetar el humilde trabajo físico, que forma parte de la vida comunitaria.
Hay una anécdota de una de nuestras hermanas que ilustra muy bien quién es San José para nosotras. En una diócesis recién creada, el obispo buscaba una casa o un terreno para la construcción de la curia diocesana. Pasaba el tiempo y no encontraba nada. Entonces, pidió oración a las hermanas de Nazaret. Una de las hermanas, pasados unos días, le preguntó al obispo: “¿Y bien? ¿Ya está?” El obispo no comprendió la pregunta. “¿Ya tiene la casa?” – repitió la hermana. “Pues no”, respondió el obispo. “Qué raro”, comentó la hermana y se fue… Pasaron unos días y de repente todo se solucionó. El obispo agradeció a las hermanas por sus oraciones. Sin embargo, él quiso saber qué había significado la misteriosa pregunta de la hermana. Ella respondió con sencillez, que le estaba haciendo la novena a San José y que él normalmente trabajaba y respondía más rápido. No entendía por qué esta vez le hizo esperar un poco más. Nada más y nada menos.
Esta es relación cotidiana con San José, nuestra espiritualidad, nuestro amor por el Santo. ¿Pero es sólo nuestro? Estoy segura de que muchos podrán verse reflejados de alguna manera en las palabras de la reflexión o la anécdota anterior.
Para terminar, queremos invitaros a rezar con un fragmento la oración diaria que hacemos a la Sagrada Familia: San José, Guardián de la Sagrada Familia, enséñanos a vivir una vida de oración, trabajo y olvido de uno mismo para que seamos instrumentos bien dispuestos a la voluntad Divina. Jesús, María, José – ¡protegednos!