Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret

Acompañar a los jóvenes en el mundo actual

Como Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, acogemos a los jóvenes que están a nuestro alrededor. El mundo actual ofrece a los jóvenes un millón de opciones y diversiones que a menudo les conducen al sufrimiento, a la soledad y a la muerte espiritual. Como hermanas, vemos una gran necesidad de trabajar con los jóvenes para guiarlos por el buen camino.

Llevo trabajando con jóvenes desde 2011, y lo que he visto a lo largo de estos años es que lo que los jóvenes buscan, lo que anhelan, lo que es importante para ellos, no ha cambiado mucho en realidad en estos años. ¿Qué busca un joven? Seguridad, libertad, amor, bondad y alegría. Por desgracia, el mundo actual confunde a menudo estos valores con el placer material, la gratificación instantánea, la independencia. Y con estas tergiversaciones, manipula a los jóvenes con mucha facilidad.

Por eso, como Hermanas de la Sagrada Familia, en nuestro trabajo con los jóvenes tratamos de transmitirles aquellos valores que conducen al estilo de vida que nosotras mismas buscamos para nosotras y que cultivamos en nuestras comunidades.

Viviendo aquí en España, soy una de las hermanas que ayuda en el colegio Mater Dei, acompañándo a los jóvenes a través del Oratorio, ayudándoles a encontrarse con Dios. De lunes a viernes, cada día un curso diferente de Secundaria y Bachillerato se reúne en el Oratorio. A veces asisten personas que se declaran como no creyentes o creyentes pero no practicantes, pero sienten de algún modo la necesidad de escuchar lo que les proponemos. En la escuela siempre tienen la opción de hablar con sacerdotes o con los responsables del Oratorio. Saben que tienen un espacio para expresar lo que piensan sin ser juzgados ni recibir soluciones demagógicas. Siempre me parece hermoso y conmovedor que estén dispuestos a confiar en nosotros, a hablar de sus problemas y experiencias, y poder atisbar como ven el mundo a su alrededor. Por supuesto, esto requiere de mucha confianza y acompañamiento. Y esto se construye cada día estando con ellos y, sobre todo, rezando por ellos.

Nuestra Congregación también colabora con la Asociación Casa de Misericordia de Castellón. Esta asociación acaba de nacer como respuesta al deseo de acompañar a los jóvenes en su crecimiento, en su fe, para darles un hogar donde se sientan a gusto, acogidos y rodeados de personas que se preocupan por ellos y para las que son importantes. Como hermana disfruto enormemente trabajando junto con los monitores que forman el equipo de la Casa de Misericordia, asistiendo a sus reuniones, convivencias y peregrinaciones. Gracias a todo ello estoy aprendiendo mucho sobre cómo tratar con los jóvenes de hoy. No hacen falta dar grandes discursos o ser una eminencia en psicología, sino simplemente estar con ellos, tomarse en serio lo que comparten con nosotros, y al mismo tiempo ayudarles a relativizar sus problemas buscando siempre el cariño y el buen sentido del humor. Muchas veces las convivencias son muy sencillas: rezar juntos, divertirnos, comer juntos y hacer sobremesa y algo de catequesis. Pero por sencillo que parezca, si es auténtico, atrae a los jóvenes.

Lo que me llamó especialmente la atención al principio de llegar a España fue la consciencia general de que todos somos humanos, que incluso como monitores cometemos errores, y que también el monitor a veces tiene que pedir perdón. Trabajar con jóvenes siempre supone un gran esfuerzo, porque solemos reunirnos fuera de horario lectivo y los monitores tienen que renunciar a su poco tiempo libre ya que además trabajan o estudian. Pero al final siempre te das cuenta de que vale la pena darse y entregarse por ellos, porque da vida.

Hace unas semanas volví de Fátima, Portugal, donde con un grupo de monitores estuvimos preparando una ruta de peregrinación antes de la JMJ 2023 en Lisboa. Esto lo hicimos en nuestro tiempo libre, sacrificando momentos en familia o con amigos, pero decidimos utilizarlo para preparar «Caminos para el Señor», una ruta para jóvenes con los que iremos a Fátima en verano, si Dios quiere. Y a pesar del enorme cansancio, y también del esfuerzo económico, cada uno de nosotros volvió muy contento porque hacer algo desinteresadamente por otro es un tesoro. También tuve la oportunidad de participar en una de las peregrinaciones con jóvenes de la Casa de Misericordia y del colegio Mater Dei, y de ver lo felices que volvían los jóvenes a casa. Todos, a pesar de la lluvia torrencial, el frío y la dureza del suelo, querían repetir. Varias veces me han preguntado cuándo tendrá lugar la peregrinación este año, si ya pueden inscribirse y a dónde iremos esta vez. Esta energía y alegría con la que vuelven me llega de gozo.

Muchas veces oigo decir a los monitores: «Yo mismo tuve la suerte de recibir este acompañamiento y Oratorio, me siento muy afortunado y  quiero devolverlo gratis». Me gustaría proclamar con mi vida de hermana a los jóvenes que Dios está cerca, que les ama. Quisiera transmitirles el amor de Dios que yo misma he recibido gratuitamente. 

Como probablemente veas, utilizo a menudo la palabra «ACOMPAÑAR» porque creo que es la palabra clave que abre la puerta al corazón de los jóvenes. Acompañar es una gran tarea, pero también una gran gracia y responsabilidad. Igual que Jesús acompañó a los discípulos de Emaús. Creo que en el mundo de hoy es fundamental predicar con el ejemplo y no solo con la palabra. Es más importante estar con los demás, compartir la propia experiencia de fe, de vida, de las dificultades que uno ha encontrado más que moralizar, teorizar o dar soluciones prefabricadas. Al final todos estos pequeños gestos de cariño y acompañamiento dejan huella en la vida de otro. ¡Y de eso se trata!

hna Karolina

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