El perdón, una experiecia conyugal
El matrimonio es la reunión de dos grandes perdonadores.
En nuestra más reciente reunión de Encuentros Matrimoniales, Mónica Encarnación Puertas y Daniel Hidalgo Boronat de Valencia nos ofrecieron una profunda reflexión sobre el tema del perdón en el matrimonio. Citando al Obispo Munilla dijeron, que el matrimonio es la reunión de dos grandes perdonadores.
Cuando hablamos del matrimonio como don, acogemos a nuestro esposo con todos esos dones que Dios nos regala a través de él, pero también acogemos a nuestro esposo con sus pecadillos. Al principio del matrimonio creemos que con nuestro amor será suficiente para sobrellevar las torpezas que por nuestra fragilidad humana vamos cometiendo. A veces son pequeñas ofensas que apenas afectan a la relación, pero otras esas ofensas nos agreden psicológicamente, moralmente, emocionalmente e incluso físicamente. Es importante que, a las primeras ofensas, por pequeñas que sean, demos una respuesta pronta de perdón para que puedan ser sanadas. De este modo permitimos que el Espíritu Santo habite entre nosotros y pueda seguir haciéndonos uno, al igual que la Santísima Trinidad.
Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él. Nuestro amor humano es débil, necesita de la fuerza del amor fiel de Jesús.
El perdón es una decisión. Tú decides darlo. No se puede ganar. Si no estás dispuesto a dar el regalo del perdón a tu cónyuge, entonces, sanar tu matrimonio es una causa perdida. El perdón es el regalo que puede salvar tu matrimonio. Perdonar como Dios perdona, es dejar esa ofensa como al pasar una página, pero no sólo para «reconciliarse», ni sólo para amarse como antes; sino para amarse ahora más que antes de la ofensa, porque aún con la ofensa se ha decidido amarse, diciendo: Tú has tenido la confianza de creer en mi amor, pidiéndome perdón; y yo he decidido creer en ti y amarte superando esa ofensa.
Perdonar significa dar otra vez. El Señor nos ha perdonado, somos portadores del don que hemos recibido que es el amor misericordioso de Dios. Quien no ama no perdona. ¿Por qué no perdonamos? Porque no amamos. ¿Por qué nos cuesta perdonar? Porque nos cuesta amar. ¿Por qué nos cuesta ser humildes? Por nuestro poco amor. ¿Por qué nos cuesta ser honestos y humildes? por nuestro poco amor. Por encima de todo esto, está el amor. Que es como el ceñidor, la correa que lo ata todo. Cuándo pido perdón salgo al encuentro del otro y es el que perdona quién sale ganando pues se siente querido, elegido y valioso. Cuanto menos se lo merece es cuando más amor se entrega y, por lo tanto, mayores frutos se saca de ese perdón.
Ahora nos miramos de manera distinta, nos hemos vuelto a enamorar, a disfrutar del matrimonio. El perdón ha hecho posible todo esto. El PERDÓN con mayúsculas, el que con nuestras fuerzas no somos capaces y sólo se hace posible con la ayuda de Dios. ¡Nos estábamos perdiendo lo mejor del matrimonio! Por todo ello doy gracias a Dios y a la Virgen María que nos ha estado acompañando en este proceso de sanación de nuestra promesa conyugal.